Me rompo y me reconstruyo, ese es mi funcionamiento.
Me vuelvo un puzzle,
un perfecto rompecabezas,
cada pieza en su lugar,
esperando el próximo golpe por el que haya que recomponerlo.
Uno.
Dos.
Tres.
¿Dónde iba esta pieza?
Me he perdido.
Cuatro.
¡Mierda!
¿Cómo coño lo hago ahora?
Cinco.
Olvidé cómo se continuaba,
dónde iba cada pieza.
No recuerdo dónde situar la frustración ,
¿cómo cojones encajo esta decepción?
Seis.
¿Tirar la toalla es una opción?
Siete.
Basta.
Ahora me siento como cuando tiras un jarrón al suelo,
lo arreglas con sumo cuidado,
un poco de pegamento,
armas el puzzle
y actúas como si nada hubiera pasado.
Sonries.
Finges.
Si en algún momento alguien pregunta,
dudas conocer la respuesta.
Pero sabes que algún momento la mentira caerá
y verán tu desconfianza,
tu fracaso,
tu ansiedad,
tu desilusión...
Te observarán sin trampa ni cartón.
Ten cuidado, querida, tu máscara empieza a resquebrajarse.